lunes, 2 de agosto de 2010

Cuando la leche se mancha de sangre

Dejó de correr y empezó a caminar, paso a paso, casi a tropezones, se le aflojaron las piernas, estaba mareado y se tiró al piso, sentía la remera mojada, vio que tenía sangre y se asustó, pero no mucho, enseguida perdió el conocimiento.

Ricardo Valle quedó inconsciente en la calle, a dos cuadras de donde se había dado la batalla entre la sede local del sindicato y los pesados de la conducción nacional.

Ese muerto nos lo pusieron a nosotros cuenta echado en el sillón de pana. Tiene saco gris, ojos celestes, piel rosa y el cuello ancho, tan ancho que se le quiere escapar del cuello de la camisa. El despacho está bien iluminado y tiene en el escritorio una foto con la Torre Eiffel de fondo, probablemente junto a su mujer, pero está serio. “Fue todo para poder disolver la sede local que era combativa”. La versión no resulta del todo verosímil, sobre todo porque cuando se le nombra al matador, se le escapa, no la puede contener, una luz por los ojos claros; “ese hombre no tiene nada que ver con nosotros, no tiene ninguna relación con el sindicato”.

Este integrante del sindicato, al que llamaremos Alejandro, habla con cuidado, se toma el tiempo, se pone la mano en la boca y piensa, piensa mucho antes de largar cada palabra, haya pasado lo que haya pasado, no tiene la intención de equivocarse en lo más mínimo.

Todo había empezado una semana antescuando se metió gente de la delegación nacional a la planta de Holstein para golpear a los delegados.

Una semana después de la paliza a los delegados, la sede local del sindicato organiza un acto de repudio a esas agresiones donde participaran distintos sindicatos y organizaciones de derechos humanos.

El resultado de esa reunión es una gresca entre los integrantes de la sede local del sindicato e integrantes de la corriente directiva nacional que vinieron desde distintas partes del interior. Tal vez 500 personas con chaqueta amarilla, corriente nacional contra 200 personas de chaquetilla verde, los locales. El saldo de la batalla es: una persona muerta, 18 personas heridas de distinta gravedad, dos heridos de bala, entre los que se encuentra Jorge Alonso, miembro del Consejo Directivo Nacional, quien fue herido con una bala calibre 22 y numerosos destrozos entre los que se cuenta una Ford EcoSport incendiada. La policía estuvo en el lugar. De espectadora. No pudieron o no quisieron evitar el enfrentamiento entre las dos facciones del sindicato.

Finalmente, “se salieron con su cometido” dice Alejandro. Producto de esa gresca donde murió un trabajador cordobés, la central nacional del sindicato disolvió la Seccional Rosario y la dividió en dos. Ahora los trabajadores de Rosario deben ir a Totoras (a 57 km) o a El Trebol (a 148 km) para votar y hablar con sus delegados.

Es muy probable que la empresa en cuestión haya participado indirectamente para que se produjeran estos hechos, como los que ocurrieron dentro de su propia planta, pero no podemos asegurarlo. Según nos cuentan desde el sindicato, el objetivo político es debilitar la seccional local para trasladar el centro de distribución de la empresa a la ciudad de Galvez, a 112 km de Rosario, no para ganar más dinero ya que la distribuidora actual no tiene pérdidas según argumentan desde el gremio, sino para debilitar más la corriente combativa y así poder avanzar más fácilmente por sobre los derechos de los trabajadores.

Esto, de todas formas, no se ha logrado del todo. “Actualmente se han vuelto a elegir los mismos delegados que fueron echados cuando se les terminaron sus fueros sindicales y estamos litigando para que sean reincorporados” explica nuestro entrevistado.

Ahora los nuevos delegados estarán bajo la órbita de la otra central de trabajadores, la CTA.

En el futuro habrá que seguir trabajando para que no se repitan estos hechos de violencia, hechos que favorecen a la burocracia sindical enquistada desde hace mucho tiempo en el poder de los sindicatos. Hay una cosa que tener clara, la solución, viene del lado de la participación. No hay otra salida.

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