jueves, 26 de agosto de 2010

CATARSIS DE UN VIAJE


Cuando uno arranca una carrera universitaria cree que luego de años de estudio y formación los resultados llegarán de inmediato y se transformarán en práctica, cree que los caminos están todos abiertos, cree (hasta ilusoriamente) que las puertas del mundo laboral se presentarán ante uno sin oponer resistencia. Los primeros pasos universitarios (o terciarios) se ven revestidos de quimeras inacabables, los sueños del estudiante por ver su futuro al alcance de su mano se amplían en el hacer académico. Nadie le quita el pensamiento, a una persona en formación, de que podrá vivir de lo que le gusta, nadie le roba a esa persona (por mas vetas negativas que le muestren) las ansias de mostrar al mundo su experiencia, su vivencia.

Terminada la etapa de formación llega el momento de preguntarse “¿y ahora, qué sigue?”.¿”Cómo llevo al campo laboral todo lo aprehendido?”. “¿Cómo hago para mostrar mis conocimientos?”. Refiriéndome puntualmente a mi profesión (el periodismo) creo que las cosas pueden hacerse de varios modos; ingresando de manera independiente a un medio de comunicación (es quizás la forma en la que hemos empezado todos), o teniendo la suerte de conocer a alguien que te inserte en el campo laboral, o tal vez, colaborando desinteresadamente (por motus propio o por que no queda otra), pero sí creo que cualquier variable de las entes nombradas está empapada de amor, de cariño a lo que uno eligió, de responsabilidad para con lo que se transmite, de lealtad intelectual para con uno mismo. En el día de ayer viajando por las rutas entrerrianas sentí que todo lo antes nombrado se pisoteaba, se bastardeaba, sentí como mi amor por esta hermosa profesión se veía invadido, invadido de vulgaridad, invadido de desidia, sentí como hace mucho tiempo siento, que mi respeto por el periodismo no es una generalidad.

Las maneras que hay hoy día de ejercer el periodismo dejan bastante que desear, cualquier persona se sienta delante de un micrófono a decir barbaridades sin que esto modifique nada, claro que no quiero llegar al pensamiento elitista y hasta discriminador de Pierre Bordieu que sostenía que “los ciudadanos tienen derecho a escuchar a los mejores. Sin embargo, los mecanismos de invitación y de exclusión hacen que los telespectadores se encuentren casi sistemáticamente privados de lo mejor” pero si sostengo que no cualquiera puede hacer periodismo, seguramente estas palabras pueden hacerles ruido a quienes creen ser atacados en su libertad de expresión, sobre todo cuando se pide la colegiación del periodismo, pues bien NO ME ESTOY REFIRIENDO A ESO (sería tema de debate), hago alusión a que quienes pretenden enfrentar un medio de comunicación y expresarse a través de él tienen que poseer eso que no se obtiene en ninguna universidad ni terciario, eso que no te enseñan los libros, eso que no se transmite, creo que para enfrentar un medio el comunicador debe expresar respeto al mensaje y a quien lo recibe. Creo que estas dos pequeñas cosas no abundan en los distintos medios.

Luego de la ira que despertó en mi este programa de la radiofonía concordiense, pensé en los periodistas que si poseen estas cualidades, supuse cuan decepcionados estarían esos periodistas que aman la profesión y que sin embargo no tienen un medio donde poder expresarse, al escuchar a estas personas, también cavilé en que podemos hacer nosotros para que esto cambie?, inmediatamente me respondí “estudiando todos los días, poniendo todo de nosotros ante cada palabra escrita o dicha, y mostrando que se puede ejercer el periodismo soslayando la chabacanería generalizada.

NPB

lunes, 2 de agosto de 2010

Cuando la leche se mancha de sangre

Dejó de correr y empezó a caminar, paso a paso, casi a tropezones, se le aflojaron las piernas, estaba mareado y se tiró al piso, sentía la remera mojada, vio que tenía sangre y se asustó, pero no mucho, enseguida perdió el conocimiento.

Ricardo Valle quedó inconsciente en la calle, a dos cuadras de donde se había dado la batalla entre la sede local del sindicato y los pesados de la conducción nacional.

Ese muerto nos lo pusieron a nosotros cuenta echado en el sillón de pana. Tiene saco gris, ojos celestes, piel rosa y el cuello ancho, tan ancho que se le quiere escapar del cuello de la camisa. El despacho está bien iluminado y tiene en el escritorio una foto con la Torre Eiffel de fondo, probablemente junto a su mujer, pero está serio. “Fue todo para poder disolver la sede local que era combativa”. La versión no resulta del todo verosímil, sobre todo porque cuando se le nombra al matador, se le escapa, no la puede contener, una luz por los ojos claros; “ese hombre no tiene nada que ver con nosotros, no tiene ninguna relación con el sindicato”.

Este integrante del sindicato, al que llamaremos Alejandro, habla con cuidado, se toma el tiempo, se pone la mano en la boca y piensa, piensa mucho antes de largar cada palabra, haya pasado lo que haya pasado, no tiene la intención de equivocarse en lo más mínimo.

Todo había empezado una semana antescuando se metió gente de la delegación nacional a la planta de Holstein para golpear a los delegados.

Una semana después de la paliza a los delegados, la sede local del sindicato organiza un acto de repudio a esas agresiones donde participaran distintos sindicatos y organizaciones de derechos humanos.

El resultado de esa reunión es una gresca entre los integrantes de la sede local del sindicato e integrantes de la corriente directiva nacional que vinieron desde distintas partes del interior. Tal vez 500 personas con chaqueta amarilla, corriente nacional contra 200 personas de chaquetilla verde, los locales. El saldo de la batalla es: una persona muerta, 18 personas heridas de distinta gravedad, dos heridos de bala, entre los que se encuentra Jorge Alonso, miembro del Consejo Directivo Nacional, quien fue herido con una bala calibre 22 y numerosos destrozos entre los que se cuenta una Ford EcoSport incendiada. La policía estuvo en el lugar. De espectadora. No pudieron o no quisieron evitar el enfrentamiento entre las dos facciones del sindicato.

Finalmente, “se salieron con su cometido” dice Alejandro. Producto de esa gresca donde murió un trabajador cordobés, la central nacional del sindicato disolvió la Seccional Rosario y la dividió en dos. Ahora los trabajadores de Rosario deben ir a Totoras (a 57 km) o a El Trebol (a 148 km) para votar y hablar con sus delegados.

Es muy probable que la empresa en cuestión haya participado indirectamente para que se produjeran estos hechos, como los que ocurrieron dentro de su propia planta, pero no podemos asegurarlo. Según nos cuentan desde el sindicato, el objetivo político es debilitar la seccional local para trasladar el centro de distribución de la empresa a la ciudad de Galvez, a 112 km de Rosario, no para ganar más dinero ya que la distribuidora actual no tiene pérdidas según argumentan desde el gremio, sino para debilitar más la corriente combativa y así poder avanzar más fácilmente por sobre los derechos de los trabajadores.

Esto, de todas formas, no se ha logrado del todo. “Actualmente se han vuelto a elegir los mismos delegados que fueron echados cuando se les terminaron sus fueros sindicales y estamos litigando para que sean reincorporados” explica nuestro entrevistado.

Ahora los nuevos delegados estarán bajo la órbita de la otra central de trabajadores, la CTA.

En el futuro habrá que seguir trabajando para que no se repitan estos hechos de violencia, hechos que favorecen a la burocracia sindical enquistada desde hace mucho tiempo en el poder de los sindicatos. Hay una cosa que tener clara, la solución, viene del lado de la participación. No hay otra salida.

El enfrentamiento

Todo empezó temprano. A las diez de la mañana del 3 de noviembre ya se sabía que estaban en camino los de la corriente nacional. Se sabía que querían tomar el sindicato. Se sabía que iba a haber piñas. Pero incluso fue peor.

Ricardo Valle era delegado en una planta de la ciudad de Córdoba, tenía 50 años, 3 hijos, un nene de nueve, una jovencita de doce y un adolescente de quince y vivía con su mujer Marta en la misma casa desde hacía 15 años.

Nunca se imaginó que no iba a volver del viaje a Rosario y cabe suponer que tampoco tenía del todo claro para que venía a la ciudad. Algunos dicen que le habían dicho que era para una asamblea, otros dicen que estaba al tanto de que se iban a enfrentar con los del sindicato local, en Rosario dicen que incluso pueden haberlo matado desde sus mismas filas, en alguna reyerta interna. El punto es que todavía no sabemos quien lo mató.

Lo que si sabemos es que el cuerpo fue encontrado por los médicos del SIES en la calle Rioja entre Cafferata e Iriondo. Para los dirigente de la conducción nacional, el disparo fue dado a 50 metros de la sede del sindicato. En la seccional local dicen que “El muerto aparece lejos del gremio en Rioja al 3400, y nosotros no salimos corriéndolos a los tiros hasta allá”.

En el medio día se dio el enfrentamiento. Varios colectivos vinieron desde el interior, de las provincias de Córdoba, Entre Ríos, Buenos Aires y el norte de Santa Fe y estacionaron cerca del Club Plaza Jewell, a tres cuadras del sindicato. Desde allí un vallado los dirigió directamente al sindicato. “La policía cumplió el rol de conducción” dice Alejandro.

“Hubo dos encontronazos, la policía recién actuó en el segundo. Hubo, de hecho, zona liberada”. También apuntan los cañones a quien fuera Ministro de Seguridad de la provincia en ese momento, Daniel Cuenca “lo de la zona liberada no tiene ningún asidero” se defendió.

El punto es que cerca del mediodía, mientras los policías miraban a 50 metros del lugar llegan los de chaqueta amarilla para enfrentarse con los de chaqueta verde que se encontraban en franca desventaja numérica. De los dos bandos estaban armados con piedras y palos, también con cadenas dicen algunos. Se acercan, se acercan, casi que se huelen el aliento (foto), solo falta una chispa para que todo explote y explota. Empiezan los golpes y se escuchan los disparos, duro solo unos minutos y se dispersan. Esto se repetirá más tarde con menor intensidad.

El segundo choque fue reprimido rápidamente por la policía, pero ya era tarde, ya había varios heridos, y en poco tiempo, habría un muerto. Un auto fue incendiado y el frente de la casa que estaba frente al sindicato recibió varios impactos de bala. Ya estaba el hecho consumado. La sede del sindicato sería disuelta. El muerto, dicen desde Rosario, fue puesto por los de la nacional o, en otra de las hipótesis, fue asesinado por gente de la barra brava de central. Hay un detenido que todavía está procesado y sin condena a la vista. El caso todavía está por resolverse.

¿Trato hecho?

“Había barras de central a una cuadra del sindicato desde bien temprano” cuenta Alejandro.

Estaban de remera negra. Y según las fuentes habrían quedado con la gente que vino a tomar el sindicato que iban a participar en la toma. Suponemos que no tomarían parte en discusiones diplomáticas.

Finalmente no habrían participado y por eso mismo no le habrían pagado los servicios. Pero los delincuentes no se rigen por los códigos de la legalidad y habrían zanjado la cuestión a tiros.

La peor parte se la llevó la gente de la conducción nacional del sindicato. Un muerto, una viuda, tres huérfanos. Todo, por una disputa de otros.

Es una versión que circula desde las filas del sindicato local.

Amansando díscolos

“Ahí está, ese que está ahí es el delegado”. La orden fue dada por un antiguo compañero, ahora trabaja para los de la delegación nacional.

Eso fue en la planta de la empresa lechera en la ciudad de Rosario. Habían ingresado alrededor de 300 personas para domesticar, a los muchachos de la delegación local. Ni se salvó Luís Acosta que había tenido un accidente unas semanas antes.

“Esos hijos de puta me volaron tres dientes” dice Jorge Silva con los ojos rojos de impotencia al recordar la paliza que le dieron el 27 de noviembre en la planta de Holstein. La empresa dice que no pudieron contener a las personas que entraron a la planta, para Silva la cosa es bien distinta “los dejaron pasar para que nos caguen bien a palos, pero ni así nos van a doblegar”. Después explica que la empresa trabaja en conjunto con la conducción nacional del sindicato “que son unos burócratas que siempre transaron con la patronal”.

Otro testigo de la paliza que no tiene fueros sindicales y que ruega que no digamos su nombre relata que “entraron corriendo a la planta por calle Sunchales, gritando, nosotros no entendíamos nada, hasta que vemos que se acercan adonde estaban los delegados” nuestro narrador se pone nervioso gesticula y levanta la voz “entonces le dan una trompada en la nuca a Silva que lo tira al piso y ahí lo empiezan a patear entre 20 tipos”.

Mientras, los otros desconocidos se quedaban cubriendo a los agresores “y veo que Sánchez, un compañero de la planta; un hijo de puta, nos dimos cuenta después aunque algunos ya sabían; le señala a otro de los que venían de afuera donde estaba el otro delegado, entonces este tipo pega un grito y los lleva para otro sector de la planta y ahí van y lo fajan a Acosta que había estado internado hacía una semana”.

Acosta se llevó la peor parte, una pierna quebrada y mal soldada, una costilla fisurada y una lesión crónica en el hombro.

Ese fue el preludio de la batalla que se dio en las puertas del sindicato, sólo unos días después.

Diagrama de los hechos


1 – Sede local del Sindicato. En esa intersección, (San Luís e Iriondo) se dio el enfrentamiento entre las dos facciones.

2 – Allí cayo muerto (Rioja al 3400) Ricardo Valle de un disparo de arma de fuego en el tórax.

3 – En este punto, (Córdoba, desde Cafferata hasta Crespo) estacionaron los colectivos y las combis que trajeron a las personas que se identificaban con la conducción nacional del sindicato que intentarían tomar la sede.

El camino para el enfrentamiento se recorrió del punto 3 al punto 1 todo, según dicen, “conducidos por la policía”.