domingo, 28 de noviembre de 2010

LA VOZ DE LA EXPERIENCIA


Miguel, dale que arrancamos” se oyó cerca de las 20.45, en ese mismo momento el Licenciado Rolón (que había dejado caliente la silla de disertación) firmaba su último libro a fanáticos y cholulos. Miguel simple, de saco marrón, sobretodo verde oliva y con su “Como vino la mano” debajo del brazo charlaba con dos amigos que se ubicaron en la primera fila del auditorio dedicado a las charlas que se llevan a cabo en la exposición Rosario Lee (iniciativa de la municipalidad local para incentivar la lectura y un aporte interesante a la cultura).

La presentadora pide una botella de agua, acomoda el micrófono y presenta a Miguel Grimberg como “un multifacético escritor, que se ha dedicado a diversos temas a lo largo de su carrera”, Miguel la mira de soslayo como esperando que la blonda culmine la intro, ella lo hace y le da el pase con una mirada lateral, él inicia la charla con un seco “buenas noches”, abre el libro que antes tenia bajo el brazo derecho y que ahora descansa en la mesa y lee Tiempos de Charcos Rojos de Raúl Porchetto, terminada la lectura aclara “esto es una canción pero también es poesía”.

Miguel Grimberg debe ser de los íconos vivientes del “paradigma rock” en argentina, creó "Nueva Solidaridad", una asociación de poetas de toda América, traduciendo y difundiendo en profundidad a los poetas de la Generación Beat norteamericana, mientras pugnaba en la Argentina, junto a un grupo de otros jóvenes músicos y poetas (Moris, Pipo Lernoud, Miguel Abuelo, Tanguito, Javier Martínez y Luis Alberto Spinetta entre muchos otros) por la adopción del idioma castellano como lengua del rock nacional. “En cataratas, mirando la garganta del diablo se me dio por mirar para abajo, observé un canto rodado, una piedra, la vi y tenia forma de flor solar, luego de eso cuando comenzamos con la revista nos juntábamos en el sótano que tenia mi padre que trabajaba el cuero, al lugar lo llamamos “El Taller de la Flor Solar”, la revista la llevaba a La Cueva de Pueyrredón donde nos juntábamos y ahí se puede decir que nace la Cofradía de la Flor Solar”.

El real motivo por el cual Grimberg se acercó a Rosario fue la presentación de su libro “Poesía y Libertad”, de esto habló muy poco, mas bien se dedicó a contar infinidades de anécdotas que, como el descubrimiento de la piedra en Iguazú, sirvieron para ilustrar y amenizar la charla. “Cuando se habla de fútbol se habla de fútbol argentino y no nacional, lo mismo pasa con el rock, el rock es argentino no nacional, es por una cuestión de identidad” sentenció Miguel respondiendo al comentario que había hecho la presentadora. Además de la corrección al vocablo argento (en cuanto a la denominación utilizada) el poeta dejo ver su postura en cuanto al rock actual, “tendría que llamarse Musica Popular Urbana, como en Brasil le cambiaron el nombre y ya no es mas Bossa Nova, aquí tendría que pasar lo mismo, hoy se hacen otras cosas que no representan el rock propiamente dicho, hoy hay otra música, otro espíritu, otros conceptos”.

Además de su amor y constante trabajo para con el rock argentino, Grimberg está empapado de una gran impronta ecologista, ha creado una infinidad de organizaciones que se dedican a esto, por ejemplo Red Nacional de Acción Ecologista, es además profesor de Periodismo Ambiental de la Universidad Nacional de La Plata (entre otras cosas), todo esto lo deja ver en claro a la hora de disertar, y de exponer sus ideas y sus pensamientos.

La charla continúa entre risas y comentarios, al exponente se lo ve bastante cómodo con la situación, el poco público parece que no le modificase la manera de expresarse (siempre simpático) sino que todo lo contrario, esa escases parece darle una predisposición a la charla que quizás en un ámbito de mayor concurrencia no tendría. La lectura de canciones (o poesías como se les quiera llamar) continúa, cerca de las 22 dice que dará paso por si alguno quiere hacer alguna pregunta y cierra diciendo “el rock en argentina desde 1965 en adelante impuso un espíritu fundacional”. Lo que resta para decir es que resulta impactante ver a alguien de tamaño calibre, es importante escuchar a alguien que vivió tantas cosas y en tantos lugares, siempre es fundamental escuchar voces de la experiencia.


NPB



sábado, 27 de noviembre de 2010

jueves, 25 de noviembre de 2010

Gran Musico Yorugua

¿Dónde está mi Musa?

¿De que escribir cuando no se sabe?¿ De que hablar cuando las ideas son muchas y los pensamientos deambulan por la cabeza sin acomodarse en la góndola mental? ¿Qué hay que hacer para que los pensamientos se ordenen y la inspiración caiga como una ficha que luego se traslada al papel?. Fontanarrosa escribió Inspiración , en este cuento el gran Negro hace una descripción de cómo la inspiración no viene a uno sino que es uno quien la tiene que buscar, en el citado relato la Musa inspiradora se le presenta al personaje y le dice que lo podrá ayudar, ayudar a pasar los textos a máquina, ayudarlo a pensar, pero nunca se expone como la salvación. Partiendo de aquí sabemos que nada se nos presentará como una posibilidad de ayuda.

Pensé en escribir sobre fútbol- es un deporte que amo, me encanta hablar de fútbol, me fascinan las discusiones futboleras donde se plantean los distintos puntos de vista, donde cada uno saca a relucir sus conocimientos (pocos o muchos, acertados o errados), es en estas charlas donde el fanatismo puede hacer que grandes amigos se peleen momentáneamente y vuelvan a amigarse al coincidir en un punto- pero después de leer a Soriano, Fontanarrosa, Dolina o sea, después de leer a estos monstruos pensé “que puedo aportar yo desde mi lugar que no se haya dicho”. Luego quise escribir sobre política- por mi profesión de periodista suelo escribir cosas de política, hay personas que dicen que “todo es política”, pero hago referencia a cuestiones coyunturales; para que se entienda, por ejemplo: a cerca de cuestiones que se traten en el congreso nacional y las distintas repercusiones sobre determinados temas- terminado el pensamiento reformulé mis pensamientos, observé las posibilidades, hice memoria en cuanto a los temas que podrían ser trascendentes (el anuncio de la presidenta de la nación a cerca de la entrega de 500$ a jubilados) después de todo esto pude divisar en los diarios que sobre este tema ya se había escrito mucho, desde muchos puntos de vista y mostrando sus mas recónditos pensamientos en cuanto a ideales y formas de ver las cuestiones sociales.

Al ver que no podía volcar nada en el “papel digital” cavilé, y dándome por vencido, decidí darle la razón a Fontanarrosa, supuse que la musa inspiradora no vendría a mi por mas fuerza que yo hiciere, me dí cuenta de que los pensamientos forzados no tienden a ser beneficiosos para con la escritura y que por mas que uno piense, piense y se rompa la cabeza pensando, cuando la musa no se instala dentro de uno (de manera natural) las líneas que se pueden redactar no tienen sentido.

Los escritores antes mencionados, así como muchos otros, me dieron la inspiración de de no tener inspiración, la llamada “asociación libre” a veces puede servir para la escritura, también es cierto que la escritura (para un periodista o para un escritor cualquiera) es un ejercicio que se debe poner en práctica a menudo para que, al momento de plasmar un pensamiento o idea en el papel, todo sea mas fácil; nadie sabe si existen o no las musas inspiradoras, alguien puede decir que cuando se las necesitan aparecen, así como también muchos le darán la razón a Fontanarrosa, en mi caso todavía no se por cual postura definirme.

NPB


martes, 23 de noviembre de 2010

Viejitos Que No Se Quieren Jubilar (Por Suerte)




DEFENSA DE LA DERROTA


Del libro “Los trenes matan a los autos” - Roberto Fontanarrosa

Se apoyará, primero, los brazos estirados, las palmas de las manos contra la pared. Respirará hondo y acompasadamente varias veces, hasta que el frío de la pared le llegue. Cerrará los ojos, no mucho tiempo. Sentirá entonces, penetrándole, un reposo húmedo. Será la tristeza. Algo tibio. Intimo, casi fraterno. Decididamente poético. Eso. Poético. Se sentará entonces, sin mirar a nadie. Le punzarán algunas miradas furtivas. De reojo. No deberá hablar casi. Ni insultar. Deberá callar largamente. Sentirá entonces, creciéndole, un orgullo callado, quieto. Será la dignidad. Lo tomará del hombro, llenando con blandura el silencio que acompaña a los fracasos. No deberá llorar. Nunca. Tal vez apretar fuertemente la mandíbula. Un instante. Se pondrá de pie. Sentirá entonces, en el pecho, detrás de los labios, un escozor denso y aguachento. Será el romanticismo, que envuelve en una gasa tenue todas las derrotas. Tomará entonces su frágil fama, su trémulo orgullo antes impecable, se vestirá con ellos cuidadosamente, casi con cariño, y se marchará. No habrá las historias resonantes de la victoria, las felicitaciones sofocantes de la victoria. Estará solo. Y tendrá que caminar lento, pero no muy lento. Una mano en el bolsillo y un gesto vacío en la cara. Apenas una palidez quebradiza en la piel cubierta paternalmente por la solapa levantada. No habrá ni un solo amigo. Ni uno. O tal vez uno que respetará el momento, el silencio, la tristeza, que dejará caer casi con temor, o con respeto, una palmada leve sobre el hombro, como temiendo romper algo, como temiendo que se le desprenda al vencido ese fino revoque de melancolía, de nostalgia.
El vencido sacudirá una vez la cabeza, o dos, en agradecimiento, sin hablar, porque una palabra, un gesto amartillado en falso, puede precipitar el llanto. Y el vencido digno no se permitirá llorar ante terceros. Se marchará solo. Se preparará en su casa un café fuerte, negro, espeso y caliente. Se tomará la cara con las dos manos, para apretarse aun más sobre los párpados esa poesía inútil de las derrotas. Para fijarse sobre los pómulos todo el romanticismo suave e impalpable de las derrotas. Se podrá permitir, ahora sí, un gesto nervioso, un puñetazo corto y duro al aire dulzón de la cocina o bien sobre la mesa. Se podrá permitir, ahora sí, llorar con un llanto comprimido, convulsivo, desesperado y hondo contra el marco de la puerta del comedor. Deberá luego lavarse la cara, secarse los ojos con una toalla. Mirarse al espejo preguntándose si tenía realmente necesidad de llorar.
Y se sentará en el sillón de mimbre.
Tomará su café.
No se sentirá tan mal, después de todo.