jueves, 22 de mayo de 2008

Muerte de un taxista

La muerte de un ser humano provoca gran cantidad de emociones. Más si esa muerte es un asesinato. Ese asesinato ocurrió y generó gran cantidad de sensaciones. No nos referimos al círculo específicamente afectado, sino a los que esta noche van a poder dormir tranquilos porque ya no se van a acordar que 24 horas antes asesinaron a un taxista.

En los momentos de crispación, a mi entender, es cuando sale a la luz la verdadera persona que todos llevamos dentro; o por lo menos una parte de ella y el corte de calle llevado a cabo por los tacheros y el paro general convocado por la CGT ha crispado a algunos y ha enfurecido a otros.

Como pase de factura podemos decir que la hipocresía se lleva el primer puesto desde el momento en que los tacheros decidieron cortar las calles. No por quitarle legitimidad a la medida sino porque, igual que el campo, igual que los chacareros de ciudad y muchos otros sectores de nuestra sociedad han criticado el denominado “piquete” (termino arrebatado a los piqueteros, personas que protestan por la imposibilidad de entrar al mercado laboral), pero lo han utilizado a gusto cuando se vieron afectados por algún problema y probablemente vuelvan a criticarlo cuando los utilicen otras personas.

Otro de las facciones que ha dejado entrever la irritación ha sido la falta de solidaridad, algo en franca decadencia en la sociedad argentina, que hay que decirlo, aflora sinceramente en la época de grandes catástrofes, pero que escasea en el corriente día a día. “Así no resuelven nada, para que carajo cortan” podría decir una señora cualquiera que quiere llegar en colectivo hasta la Plaza Sarmiento y que va a tener que caminar un buen trecho para lograrlo. Como si un gremio al que le matan un trabajador por año no tuviera un poco, solo un poco de derecho de manifestar su bronca, inseguridad y cuantas cosas más cortando una calles, cuando hace solo unos días, tal vez, la misma señora salió a cortar Avenida Belgrano con su estridente olla de teflón porque una Presidenta “autoritaria” dirían unos, “zurda” dirían otros y hasta alguna señora progresista indignada remataría “que esta negrita se vaya con Chavez” le subió las retenciones.

Cuando estaba caminando hacia el centro de la ciudad, mientras todos huían de él, pasé por un kiosco para comprar unos chicles y escuché al kiosquero que le comentaba indignado a un cliente sobre el tratamiento que seguramente tendrían los delincuentes que asesinaron al taxista si los atraparan. “Los derechos humanos son para los delincuentes” comentó indignado (se ve que era consciente de su condición de “subhumano”) y agregó algo sobre “las de plaza de mayo que rompen las pelotas con los derechos humanos” pero justo me vino una arcada y me tuve que ir del lugar. Por suerte con chicles en el bolsillo para detener a la bilis que me subía desde el esófago. Es bueno saber que el Nacionalsocialismo ha calado hondo en el espíritu nacional y que se corporiza en esa hermosa frase. Tal vez en unos años gente como ese entrañable kiosquero pueda jactarse de que se haya efectuado un nuevo Holocausto en la Argentina eliminando a los inmigrantes de países limítrofes o tal vez (quien sabe si mejor para este trabajador) eliminando a toda la gente que vive en villas, sin distinguir nacionalidad.

El problema no se va a resolver de la noche a la mañana, faltan años para eso si se hacen bien las cosas y décadas si se hacen mal o no se hacen. Mientras, como desde estos espacios electrónicos no podemos resolver el problema nos contentamos con analizar a nuestros “queridos conciudadanos”.

Sebastián Butticé

“Hasta Cuando Con Esto”