jueves, 29 de julio de 2010

EL QUE SABE Y EL QUE MANDA



El verano se retiraba de la ciudad pero los aires calientes se colaban aún en la redacción del diario La Capital. Corrían los primeros días de mayo y los trabajadores sabían que se avecinaban tiempo nubosos. Gustavo Conti, en su rol de delegado de comisión interna del diario, intuía que los jefes cuyanos estaban comenzando el apriete para con los trabajadores del diario, él ya se lo había hecho saber al resto de sus compañeros, como antecedente tenían el constante desinterés para con el trabajo de los periodistas, y sabían que el apoyo a la nueva ley de medios complicaría la relación, a pesar de esto decidieron de manera unánime aguantar y mantener la unidad; lo que no sabía ni intuía eran los motivos y las consecuencias posteriores.

La redacción del diario La Capital contó siempre con un clima relajado, los periodistas, aunque disconformes en muchos aspectos, siempre han tomado con la mayor responsabilidad posible el oficio de periodista. Saben ellos que muchas veces los jefes editores no son del todo justos, saben ellos que su dedicación y preocupación en post de descubrir lo que se oculta no siempre es reconocida. Una mañana como tantas otras Manuel entró en su puesto de trabajo, la tapa de los diarios, y los principales medios de comunicación dedicaban sus espacios a un solo tema, la aprobación de la ley de El Casamiento Igualitario.

Los periodistas del medio rosarino pocas veces estaban en consonancia con la manera de tratar las noticias y la forma en que los editores elegían cuales eran las notas más importantes y cuáles no lo eran, en este caso no sería la excepción. Manuel había visto en la mayoría de los medios locales como era tratada la noticia, había observado, con su ojo especializado, como los medios hegemónicos trataban desde solo un punto de vista el tema, por lo que consideró oportuno buscar “la otra campana”.

Comenzó a mover sus contactos para poder dar con un actor poco reconocido por su pensamiento y si reconocido por la pena que la iglesia había aplicado sobre él, Manuel intentaba dar, de cualquier modo, con Nicolás Alessio. Este cura cordobés, que está al frente de la Parroquia San Cayetano de Córdoba Capital, se mostró tranquilo en su conciencia por haber respetado el derecho de las personas; Manuel se comunicó con uno de los jefes de redacción y le comentó de la idea pensada. Hacerle una entrevista al cura cordobés significaría dar a la sociedad rosarina una mirada mucho mas profunda sobre un tema candente y puesta desde la óptica de la iglesia.

El editor citó a Manuel en su oficina del diario para discutir acerca del tema, las oficinas de los editores se encuentran en lo alto del edificio emplazado en calle sarmiento, los grandes ventanales permiten el ingreso del ruido ensordecedor del micro-centro rosarino, luego de un saludo cordial y frio Manuel ingresó en la oficina del editor, tomó una bocanada profunda de aire y comenzó a exponer sus razones por las cuales estaba interesado en hacerle la nota a Nicolás Alessio.

Según su punto de vista la entrevista con el cura le daría una mirada fuera del poder hegemónico comunicacional de la ciudad, además pondría de manifiesto la peligrosa contradicción de un cura párroco en contra del tradicional y cerrado punto de vista católico. Luego de varios minutos de exhibición de fundamentos el editor se recostó en su sillón, se llevó la mano al mentón y luego de cavilar un instante dijo “a la sociedad no le interesa tanto la palabra de un cura que está en contra de la opinión de la iglesia, es mas creo que todo lo contrario, me parece que en este momento donde las opiniones están divididas no sería bueno romper con el status quo”. Manuel prestaba atención atentamente a las razones de su compañero, escuchaba sin entender los alegatos expuestos en aquella oficina.

Luego de varios minutos de un silencio profundo Manuel atinó a llevar su mano derecha a la cabeza, repaso su blanca cabellera una y otra vez como queriendo que ese movimiento le acomodara las ideas, quiso decir algo pero su impresión lo calló. Observó a su interlocutor, se paró, corrió la silla con el reverso de las piernas y se retiró de la oficina. A la mañana siguiente el diario hablaba de otra cosa.

Nicolás Parada Bengoa


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